lunes, 10 de enero de 2011

Dos aromas hacen de la reconciliación un arte.


Quienes escriben de cocina y la practican, provienen de una larga tradición de refinamiento culinario. Seguramente han nacido y crecido en sitios evocativos donde sus madres y abuelas cultivaban un arte tan delicado como suculento. Sin duda, preparaban festines cuantiosos que reunían a la familia en la lenta ceremonia de cada comida. En esas mesas siempre cubiertas con manteles almidonados, floreros o candelabros de plata, mudos testigos de varios siglos de excelente cocina, donde tal vez se hablaba de asuntos placenteros, como la textura incomparable de la sopa, el crujiente pan, el sabor de la carne, la sensualidad del postre con fresas y el perfume del café como sobre mesa. De tal ambiente, supongo, salen los celebres cocineros y gourmets, los catadores de vino, los autores de libros de cocina y, en fin, los aristócratas de la comida que guían los paladares del ínfimo porcentaje de la humanidad que puede comer a diario pero que coinciden en lo mismo; La comida como el erotismo entra por la boca.

Se dice que los afrodisiacos son el puente entre la gula y la lujuria. En un mundo perfecto, supongo que cualquier alimento natural, sano, fresco, atractivo a la vista, sabroso y liviano –es decir, las mismas virtudes que uno desea en la pareja- seria afrodisiaco, pero la realidad es bastante contradictoria. En la búsqueda incansable de fortalecer el frágil miembro masculino y curar la indiferencia de las mujeres distraídas, se llega a extremos de tragar polvo de cucharadas. El estudio de las virtudes estimulantes es tan antiguo que se pierde en la noche de civilizaciones enterradas desde hace siglos. Muchas recetas desaparecieron de los vericuetos de la historia, pero algunas han perdurado en la tradición oral. En la variedad esta el sabor pero el único afrodisiaco verdaderamente infalible es el amor. Nada logra detener la pasión encendida de dos personas enamoradas. En este caso no importan los achaques de la existencia, el furor de los años, la torpeza física o la mezquindad de oportunidades, los amantes se las arreglan para amarse porque por definición este es su destino.

Después de dar unas hojeadas en mis libros de cocina encontré una receta mágica, exótica, pero sencilla en sus ingredientes y modo de preparación. A continuación, la creación de esta sopa no es cosa del azar, sino de la necesidad. Es un afrodisiaco prácticamente infalible, que se recomienda para después de alguna pelea fuerte, como una bandera de tregua que permita hacer las pases sin humillaciones, cuando la situación no a sobrepasado los limites. A tu pareja, sin duda, le bastara olerla para captar el mensaje.

Sopa de Reconciliación

Ingredientes:
2 razas de Caldo (carne, pollo o verdura)
1 taza de champiñones frescos
½ taza de callampas portobello (hongo gigante) picadas (o ¼ taza secas)
½ taza de callampas (champiñones) porcini picadas (o ¼ taza secas)
1 diente de ajo
3 cucharadas de aceite de oliva
1 cucharada de aceite de oliva trufado
¼ de oporto
2 cucharadas de crema agria
Sal y pimienta al gusto

Preparación:
Si no encuentra callampas frescas y debes recurrir a las secas, déjalas reposar en ½ taza de un buen vino tinto hasta que esponjen alegremente, mientras, te bebes el resto del vino con toda calma al mismo tiempo que escuchas una música sensual, como el “Bolero de Ravel”. La Música tambien contribuye a hacer de la comida una experiencia sensual.

Luego, te deleitas picando el ajo exquisitamente solo por el puro gusto de olerte los dedos, porque igual podrías usarlo entero, y lo fríes junto con las callampas y champiñones en el aceite de oliva, revolviendo con fervor por unos cuantos minutos, no los he contado, pero digamos que cinco. Agrega el caldo, el oporto y el aceite de oliva trufado, no todo, dejo un par de gotas para ponerte detrás de las orejas, es afrodisiaco. Aliña con sal y pimienta a tu gusto, y cocina a fuego lento, muy lento mientras sueltas toda tu imaginación con la olla bien tapada hasta que los champiñones se ablanden y la casa huela a paraíso. Al final lo trituras en la licuadora; esto es lo menos poético del cocinamiento, pero inevitable. Debe quedar con una textura algo gruesa, esponjosa, con un perfume exquisito que te hará salivar y llamar a otras secreciones de tu cuerpo y alma. Tenemos un sensor en la entrada de las fosas nasales que no percibe olores, sino feromonas, que son, como quien dice, intenciones, un llamado romántico exudado por la pie de manera natural. Al igual que el exquisito aroma de tu platillo suculento, deja reposar el aceite que se produce en ti; la feromona femenina que, al ser liberada de tu cuerpo, sirve para atraer la euforia sexual de tu pareja.

Cuando todo este listo, enciende la vela, ponte tu mejor vestido sin ropa interior, suelta tu cabello, pintas las uñas de rojo y sirve la sopa decorada con crema agria en platos calientes. Lo mejor viene después. Que lo disfruten… ¡Bon Apetit!

Colaboración escrita para CEINPOL, misma que ahora comparto para "La Grandeza de Ser Mujer"
(Febrero de 2010)

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