miércoles, 7 de abril de 2010

Sexo Oral

Indudablemente, entre los mayores placeres que es posible darle a una mujer, se encuentra sin duda el de besarle la vulva con la lengua y los labios, estimulando especialmente el clítoris, que se estremece con esta caricia húmeda y caliente.
La lengua es un órgano táctil sumamente sensible que percibe la respuesta sexual de ella y de la misma manera que recorre la piel estando blanda y relajada como si la rozara tiernamente, puede hacerse más rígida y, usando la punta tensa, aumentar el ritmo o la intensidad del contacto.
Casi todas las mujeres alcanzan el clímax si se les lame el clítoris, el perineo, la entrada de la vagina incluso, para algunas, en el ano. Aunque el máximo placer se centra en el clítoris, desde este punto erógeno la sensación de goce puede transmitirse a otras zonas del cuerpo, si ella se relaja y respira profundamente al ritmo de la estimulación de la lengua de él y a la vez contrae el músculo PC (pubococcygeus).
La extrema sensibilidad femenina -siempre alerta- advierte con prontitud si él la acaricia mecánicamente, lo que inevitablemente hace decrecer su excitación; como en cualquier práctica sexual es importante que ambos estén de acuerdo para que gocen sensualmentE.

LA MEJOR MANERA DE REALIZARLO















Si actúa con sabiduría sexual el amante puede despertar el morbo de ella prometiendo y a la vez demorando el contacto que anhela sin ir directamente al punto de máxima excitación… ¡su clítoris!
La aproximación al sexo oral es un arte refinado que debe desarrollarse paso a paso, iniciándolo como una lenta danza que irá cobrando velocidad hasta volverse vertiginosa, haciendo que los cuerpos restallen de placer.
Él la besa profundamente en la boca, juega a estirar los labios y con su lengua cosquilleo el interior; después comienza a dibujar el mapa de su cuerpo; lo hace sin prisa deteniéndose en los senos, rozando y humedeciendo al pasar los pezones antes de lamer arriba y abajo la línea imaginaria que los separa siguiendo el esternón.
Con la misma enervante lentitud, va bajando hacia el ombligo, por cuyo contorno e interior pasea ávido; las manos, que han ido siguiendo el recorrido por los costados del cuerpo de ella, comienzan a estrecharle las caderas para acompañar el goce del que pronto ella disfrutará plenamente.
Ahora ya está cerca la descarga de alto voltaje porque él está usando su lengua para contornear el pubis, que muerde con suavidad antes de internarse entre los pliegues que lo esperan anhelantes a ambos lados de los labios mayores, sorbe con avidez el tierno interior de los muslos, se introduce entre las nalgas y con la punta de la lengua toca levemente los orificios que encuentra a su paso hasta llegar a los labios menores, donde se demora en una caricia que los recorre una y otra vez.
Se intensifica su libido, la temperatura del cuerpo aumenta, alza el pubis, con las piernas abiertas, levanta también las nalgas para que él las sostenga y acaricie, facilitándole el contacto con el clítoris, que no puede esperar más, firme y tenso por la excitación.
La vulva está abierta como los pétalos de una flor cuyo pistilo él hace vibrar de placer, lamiendo, succionando y mordisqueando con cuidado infinito para no lastimarla, moviendo hacia ambos lados, llevando de arriba y abajo hasta sentir que se acerca un trepidante y arrollador terremoto que la conmueve hasta las entrañas. Entonces, sin detener el ritmo el amante la sujeta firmemente para que en los espasmos que se sucedan durante el clímax ella no se aleje ni por un instante del centro de su goce y lo disfrute con máxima Intensidad hasta sentir, por completo, la grandeza de ser mujer.